Reunidos en la ciudad de Rosario, del 4 al 6 de noviembre de 2022, en el marco del Congreso Misión 2022: “Toda la iglesia, llevando todo el evangelio, a todo el mundo”, y con motivo de la celebración de los 40 años de la Red Misiones Mundiales, quien -como parte de ACIERA y de COMIBAM- expresa y representa al movimiento misionero argentino, manifestamos y declaramos:
Recorrido:
Con gozo celebramos este Congreso Misionero sabiendo que Dios tiene un propósito de salvación para todas las personas del mundo y nos ha dado un inmerecido privilegio de ser parte de su Misión. Lo hacemos con la convicción de que Jesús es el Señor de su iglesia, que el Espíritu Santo nos acompaña de manera permanente, y que la palabra de Dios nos continúa guiando en todo.
El número 40 es simbólico en las Escrituras y tiene varios significados: marca tiempos de propósito, de prueba, de cambios generacionales, de etapas y ciclos que se cumplen. En cada uno de estos períodos Dios ha levantado hombres y mujeres que han sabido interpretar el tiempo en que viven y que han hecho tareas gigantes, enfrentando desafíos impensados para contribuir al crecimiento y el avance de la obra de Dios.
Los inicios de la Red Misiones Mundiales estuvieron marcados por la vida de hombres y mujeres que creyeron que era la hora de que los latinos ocuparan su lugar en la misión global. Ellos se unieron, en muchos casos de manera espontánea, con intencionalidad y sin ella, para establecer las bases de lo que es este movimiento, soñando con que muchos argentinos sean parte de la misión de llevar el mensaje de Jesucristo a los pueblos menos evangelizados, cruzando fronteras y superando barreras geográficas, demográficas, lingüísticas y culturales.
En ese mismo tiempo surgía tambien el movimiento misionero Iberoamericano (COMIBAM, 1987) con la misma visión: pasar de ser campo a ser fuerza misionera. Esta idea se enriqueció con las voces de los argentinos. Dios estaba abriendo un nuevo espacio para los latinos que se atrevían a ir más allá de los límites de ese tiempo. La mayoría de ellos fueron personas valientes que con mucho esfuerzo pagaron el precio de aprender nuevos idiomas e insertarse en nuevas culturas para comunicar el mensaje de salvación.
Crecimiento:
Desde aquel tiempo inicial, el movimiento argentino ha crecido. Dios ha levantado familias, iglesias, líderes y organizaciones que se han comprometido con el envío y que han estado a la altura del compromiso. Más de 1200 obreros argentinos que se encuentran hoy sirviendo entre las naciones, y muchos más que han sido parte en estos cuarenta años, son el resultado de este recorrido. Por eso queremos alabar y darle gracias al Dios de la cosecha y a los que respondieron al llamado de ir a recogerla.
Desafíos:
Entendemos que estamos siendo desafiados hoy a continuar con la misión que se nos ha confiado, pero con exigencias aún mayores en cuanto a urgencia, tiempo, oportunidades y preparación. La globalización como corriente de pensamiento, los efectos postpandémicos, los sucesos internacionales, y el dinamismo de nuestro mundo actual, le da a la misión múltiples dimensiones y requiere más que nunca nuestra participación en cooperación, asociación e interdependencia con otros.
Gran parte del liderazgo que acompañó y desarrolló el movimiento misionero desde los inicios, hoy están en una etapa diferente de sus vidas, incluso algunos ya no están entre nosotros. Esto hace necesario un sano traspaso generacional, sin temor ni desconfianza. Este proceso natural no solo es necesario para la vitalidad del movimiento sino que también fortalece a las nuevas generaciones que pueden hacer su aporte en libertad, y a partir de sus propias perspectivas, experiencias y comprensión del contexto en el que les toca vivir.
Declaración:
Al ver la historia desarrollada en estos 40 años nos requiere que hoy seamos precisos y estratégicos al proyectarnos hacia el futuro. Por eso en humildad y dependencia del Señor, entendiendo el camino recorrido, y la hora que nos toca vivir, queremos expresar estas declaraciones con el propósito de que puedan servir de guía y aporte para la iglesia argentina y nuestro movimiento:
- La misión en múltiples direcciones, en diferentes contextos y hacia todas partes. Este es el nuevo paradigma: toda la iglesia, llevando todo el evangelio, a todo el mundo. Esto nos obliga a replantearnos los formatos y las expresiones que hemos heredado, y la forma en que comprendemos al mundo y a los grandes grupos humanos que todavía no conocen el evangelio. Entender la realidad de una nueva manera es el desafío más urgente.
- La horizontalidad de las relaciones de cooperación para el logro de iniciativas comunes, compartidas y posibles de ejecutar. En un mundo interconectado debemos lograr una comunicación inteligente y la gestión de acciones conjuntas en direcciones concretas. Los proyectos misioneros requieren la cooperación en todas las áreas, en todas las instancias de su ejecución y en todos los espacios de trabajo, por medio de las distintas expresiones de la iglesia de Cristo.
- El espacio para el crecimiento y trabajo con las nuevas generaciones. Debemos trabajar intergeneracionalmente de manera articulada e intencional, incluyendo a los pioneros que generaron e impulsaron una visión desde su cosmovisión, a la generación que les sigue y que han formado su visión misionera aprendiendo de los pioneros pero que a la vez viven y comprenden las nuevas realidades, y las nuevas generaciones que serán los líderes y protagonistas de la iglesia en los próximos años, a quienes las generaciones anteriores deben discipular y acompañar.
- El regreso al modelo simple de los primeros discípulos: “mientras van… les será provisto”. (Lc 10:1-11). En un proceso de diálogo con el campo misionero, con la iglesia local y la pastoral, y con las estructuras de apoyo y envío, será necesario rever el rol y función que cada uno cumple para que la fuerza misionera llegue a donde se la necesite. Esto implica nuevas maneras de trabajar y la movilización de toda la iglesia.
- Las oportunidades de los latinos en el mundo. En estos años hemos comprobado la flexibilidad, capacidad de adaptación, sacrificio y aprendizaje que hacen posible que los latinos puedan permanecer a largo plazo en lugares con grandes desafíos. Al mismo tiempo ya hay un camino recorrido por nuestros misioneros pioneros que nos permite sacar conclusiones y aprender de esta experiencia. Por lo que debemos continuar repensando la movilización de la iglesia, la distribución de obreros y su cuidado integral, y el destino de los recursos globales para la tarea pendiente.
- El valor de la unidad en la diversidad. Este es un bien supremo conseguido por Jesús en la cruz y la RMM debe continuar siendo expresión de ese movimiento dinámico en unidad, el cual abarca a todos quienes son parte del cuerpo de Cristo: la iglesia, la pastoral, las agencias de envío, las organizaciones de capacitación y movilización, las entidades de formación, y todos los hermanos y hermanas comprometidos con el propósito global de Dios.
- El entendimiento de la hora actual en la agenda de la misión. La iglesia argentina como parte de la Iglesia del Tercer Milenio, quizá sea la generación que pueda ver completada la labor registrada en Mt 28:18-20. Si alineamos nuestros esfuerzos y coordinamos las acciones, como parte de la iglesia global, podremos completar la tarea restante en poco tiempo.
Por todo esto, reconocemos y agradecemos la mano de Dios en la historia de nuestro recorrido como movimiento misionero. Agradecemos el legado de los pioneros, sus sueños y anhelos, y la confirmación de los propósitos de Dios en el camino que ellos abrieron, y sobre el cual hoy andamos.
No deseamos quedarnos en la nostalgia del pasado, sino proyectarnos como iglesia a un nuevo tiempo en la misión global, considerando la realidad del mundo actual, dinámico, interconectado, afectado por movimientos migratorios continuos, conflictos internacionales, protagonismo de las nuevas tecnologías y generaciones, y una iglesia que ha crecido y está prácticamente en todos lados. La diversidad de oportunidades es única, la mies está madura, y el evangelio de nuestro Señor Jesucristo sigue siendo la buena noticia de salvación para todo el mundo.
Invitamos a traer a Jesús nuestros cinco panes y dos peces para que el los multiplique conforme a sus propósitos, y que juntos como iglesia encarnemos la misión de Dios para que su Nombre reciba gloria y adoración de todos los pueblos y naciones de la tierra (Jn 6:9). El Señor vuelve pronto. Sí, ven Señor Jesús (Ap 22:20).
Congreso Misión 2022 – Rosario, 6 de noviembre de 2022